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La Ley Innata

salvemos las 2 vidas

Esperanza Ruiz. 6 de junio de 2021.

El PSOE pretende modificar el Código Penal para que asociaciones provida que ofrezcan información a mujeres en los alrededores de clínicas abortistas puedan ser condenadas a penas de cárcel por obstaculizar el aborto. Al igual que buitres sobrevolando la carroña, programas de televisión y particulares emancipados de trascendencia, belleza y honestidad han aplaudido embelesados.

Como cada uno obstaculiza como puede, mi alegato lo sustenta Extremoduro.

Se podría argumentar en contra del aborto que las madres de Beethoven, Andrea Bocelli y Justin Bieber pensaron en abortar ante las circunstancias adversas en las que acontecían sus respectivos embarazos. Se trata de un argumento recurrente y eficaz por su impacto sentimental y cultural. Sin embargo, es el que menos me gusta. No todas las vidas valen lo mismo -este es otro melón y ya se han enfangado otros por él-, pero todas tienen la misma dignidad. Porque inquina contra Justin Bieber podemos tener la mayoría de la generación X para abajo y porque, aunque nada hiciera presagiar que los ejemplos mencionados fueran a tener vidas exitosas y dejar huella en la humanidad, si hubieran sido barrenderos, zapateros o periodistas, sus vidas habrían merecido la pena igualmente. Se podría argumentar que nunca sabes si el niño que estás matando en el seno materno habría sido el descubridor de la vacuna contra el cáncer, pero no es necesario.

Se podría argumentar que los padres de niños con síndrome de Down u otras patologías dicen no haber conocido amor más puro. Ninguna esconde la carga de trabajo y preocupación añadida, pero tampoco la satisfacción honda por la vida de sus criaturas. Se podría argumentar que hay numerosos casos documentados de fetos desahuciados por diagnósticos terribles que nacieron como bebés sanos, pero no es necesario alimentar una esperanza débil, tan solo asumir -y lo hago a vueltas con la honestidad- que una vida enferma es intrínsecamente digna. Pero quizá no es necesario.

Se podría argumentar que, incluso cuando el embarazo ha sido fruto de un delito, cuando este se produce en adolescentes que son víctimas de abusos y las circunstancias que rodean a la concepción de una nueva vida son monstruosas, siempre hay salidas que no inflijan más dolor y muerte. El Mal existe y responder a él con una mirada inteligente, bondadosa y justa es patrimonio del ser humano y su grandeza. Se podría argumentar que las secuelas por aborto en menores contribuyen al ensañamiento en la desgracia, pero no es necesario.

Se podría argumentar que no hay madres arrepentidas por no haber abortado y sí muchas que cada año recuerdan la fecha en que su bebé debió haber nacido, cuántos años tendrían de no haber acabado con sus vidas o imaginan a quién se parecería. A las que desistieron en el último momento por sacar fuerzas de flaqueza, por que tuvieron comprensión, acompañamiento, ayudas materiales o por pura valentía, la maternidad les pesa lo mismo que a las demás. Incluso los hijos muy deseados también podemos salir rana. Pero quizá no sea necesario esgrimir este hecho.

Se podría argumentar, por cierto, que el padre es tan progenitor como la madre y que debe tener la misma vela en este entierro -y ya siento el macabro juego de palabras-. No gestar no elimina el otro cromosoma X o Y, ese cooperador necesario que la progresía trata de ningunear con malabarismos, neolenguaje o ingeniería social. Pero ya les adelanto que no va a servir de nada.

Se podrían argumentar razones de tipo científico, cómo no. Uno de los debates más honestos desde el punto de vista intelectual es el de los que tienen dudas acerca de cuándo empieza la vida. Que no son los mismos que dicen que en la fase intrauterina no somos seres humanos. Inolvidables al respecto las declaraciones en 2009 de Bibiana Aído, a la sazón ministra de Igualdad del inefable Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero: «Un feto de 13 semanas es un ser vivo, claro, lo que no podemos hablar es de un ser humano». Se entiende la confusión, porque en algunos la sindéresis brilla por su ausencia, pero hasta ahora no se ha podido probar que seamos capaces de engendrar genomas de otras especies.

La profesora de Filosofía y doctora en Bioética Elena Postigo lo deja claro: la ciencia no distingue entre ser humano, vida humana y persona, lo considera todo lo mismo.

Hay vida desde la concepción. Un feto de 14 semanas, edad gestacional máxima permitida para abortar en España, tiene la cara formada y aurículas y ventrículos que bombean vida. Debería ser obligatorio verlo antes de eliminarlo.

Proteger al débil

Pero quizá baste un disco de Extremoduro para explicarlo todo. La portada del álbum La Ley Innata (2008) proclama una sentencia atribuida a Cicerón:

«Existe, de hecho, jueces, una ley no escrita, sino innata, la cual no hemos aprendido, heredado, leído, sino que de la misma naturaleza la hemos agarrado, exprimido, apurado, ley para la que no hemos sido educados, sino hechos; y en la que no hemos sido instruidos, sino empapados».

Los argumentos religiosos, éticos, científicos y legales son necesarios por ser, en su mayoría, irrefutables, y debemos abordar los asuntos que no generan consenso poniendo nuestra inteligencia al servicio de lo justo, lo verdadero y lo bueno. Pero es que, además, como en todo lo bello, en el tema del respeto por la vida se puede hacer una aproximación instintiva. No hace falta la erudición cuando la sola intuición puede marcar el camino. A veces solo es necesario un instinto primario: el de proteger al débil. Al que crece en las entrañas de una mujer sin saber si la vida que le espera en el mundo será considerada digna, útil o un estorbo. Sin saber, siquiera, que tiene derecho a ella en cuanto a que ya es un ser humano.

Getro

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