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Taberna Ignota

Era de noche

era de noche en el túnel

Era de noche.

Diluviaba. Él estaba empapado desde por la mañana. Pero daba igual. Llevaba mucho tiempo preparando esta reunión. Deseando esta reunión. No todos los días puede uno conocer a gente así, claro. Y fue un éxito. Casi 3 horas en las que nuevas amistades se crearon, viejas risas resonaron y futuros proyectos se fraguaron. Caray, todo iba bien. Por fin.

Llegó la hora de las despedidas, entre abrazos y tráfico de contactos. De nuevo a casa, que ya está bien, se dijo.

Era de noche y diluviaba de nuevo. Esa era la desventaja de la moto, pero era demasiado orgulloso como para ir en esa lata de sardinas llena de gente sin alma pero, eso sí, con mascarilla. Prefería la libertad de ir donde quisiera y como quisiera. Y pagando ese precio, se dispuso a volver a su hogar. Veía la ciudad con los ojos entrecerrados porque la visera del casco se empañaba y con las gotas era un jaleo. Entró en el túnel que llevaba a su casa.

Entonces ocurrió.

Duró solo 3 segundos, pero fueron eternos.

Sintió que estaba como volando, aunque ya con los ojos bien abiertos.  Y, entonces, sintió una voz:

-Tu hora ha llegado.

-¿Qué? ¿Quién eres?

-Ya me has oído. Y ya sabes quién soy.

Aterrado, miró a todos lados, girando la cabeza frenéticamente. Todo le daba vueltas.

-¿Dónde estás?

-¿Que dónde estoy? Afortunadamente para ti, estoy dentro de ti.

-¿Quién eres? Repitió de nuevo.

Inmediatamente una catarata, un torbellino, una fuerza incomprensible resonó en sus entrañas:

-Yo soy.

Se quedó inmóvil. Postrado. Suplicando piedad.

-Tu hora ha llegado.

-Pero ¿por qué estás hablando conmigo? ¿Es un sueño?

-No. No lo es. Tu hora ha llegado. Te supe antes de nacer, te observé en el vientre de tu madre. Te vi crecer en la fe, viví tus rechazos. En tus caídas te amé y en tus conquistas te ayudé. Te preparé para esté día. Para este instante. ¿Acaso no quieres venir?

-¡Claro que quiero estar contigo! Pero… ¿y mi familia? ¿También vendrá?

-No. Su hora no ha llegado. Aún estarán un tiempo.

La atracción era irresistible. Sintió cómo le envolvía una dulce y poderosa melodía y todo él quería volar, pero notaba un peso asfixiante que le hundía hacia abajo; y frío, también sentía mucho frío.

¿De verdad esto me está pasando? No, imposible, pensó.

-Piensas demasiado. Y estás malgastando este momento.

Estaba muy aturdido, todo aquello le sobrepasaba. ¿Cómo iba a decir que aún no estaba preparado? ¿Cómo iba a sugerir que necesitaba más tiempo? ¿A contrariarle? Y, además, ¿Cómo iba a dejar a su familia sola? Sus preciosos hijos, su preciosa mujer. Su trabajo, su amigos, sus proyectos. ¡Le necesitan!

-¿No crees que estás siendo demasiado soberbio? ¿Te crees tan importante como para pensar que te necesitan? ¿Quieres decirles algo antes de venir?

Un torrente de frases inconexas se agolpaban en su cabeza. Tenía que dar con las palabras exactas para que resonaran en la conciencia de los suyos toda la vida, pero la prisa no le dejaba concentrarse.

-Si tuviera una última conversación con mis hijos les diría bajo que principios deberían guiarse, qué cosas hacer y cuáles no… Que les adoro, que son lo único bueno que he hecho en mi vida. que son mejores que yo, que me perdonen por lo egoísta que he sido, que cuiden de su madre, que la quieran y respeten toda su vida… que…

Entonces la culpabilidad por abandonarles le aterró, y pensó en su mujer, en su maravillosa mujer… y las lágrimas le entrecortaban la respiración, que se hacía cada vez más difícil.

-Perdóname, mi amor, perdóname. No he sido digno de ti. Perdóname por partir así. A este viaje aún no puedes venir. Eres el sueño de cualquiera, eres el tesoro escondido, eres la fuerza de mi vida. Recuérdame mejor de lo que fui…

De pronto, sintió un golpe seco. Las fuerzas le habían abandonado. Pero se las arregló para decir algo más:

-¿Y si aún me quedan cosas por hacer? ¿Y si algo de lo que pueda decir o hacer y aún no he dicho o hecho puede ayudar a alguien?

Al otro lado, silencio.

Y entonces notó sus ojos entrecerrarse de nuevo; y de nuevo volvió a mirar a través de la visera. los 3 segundos acabaron. Y al final del túnel vio una luz.

Y era de noche.

Getro

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