Tras las cálidas festividades del 1 de mayo el día amanece nublado y fresco en Belgrado. La vuelta a la rutina viene precedida de un tiempo poco primaveral, es miércoles y la mañana empieza como otra cualquiera. A las 8:41, en la escuela de educación primaria Vladislav Ribnikar, unos disparos interrumpen el silencio. Las llamadas a las fuerzas de seguridad y servicios de emergencia no se hacen esperar, en pocos minutos el tranquilo y céntrico barrio de Vraçar se convierte en un devenir de sirenas de policía y ambulancias.
Las calles Krlka Milutina y Svetozara Markovića se cubren con cordones y coches policiales. Los sanitarios corren de un lado a otro, lo prioritario es el traslado de los heridos. Dentro de los muros de la escuela hay una carnicería pero el pueblo serbio aún no lo sabe. Poco a poco comienzan a llegar al lugar de los hechos los medios de comunicación y los padres que, con gestos angustiados, no se separaban de sus teléfonos intentando saber el paradero de sus hijos. Las noticias son confusas pero poco a poco se comienzan a conocer datos, el atacante es un alumno del centro, un trabajador ha muerto pero se dice que solo hay unos cuentos niños heridos.
La verdad se conoce horas después, cuando el jefe de la Administración de la policía de Belgrado, Veselin Milić, convoca una rueda de prensa y afirma que hay menores fallecidos, en su mayoría niñas. Se confirma la cifra oficial de ocho muertos y siete heridos. El atacante, Kosta Kecmanović, de trece años, tenía una lista con sus principales objetivos. Milić la muestra a la prensa que no tarda en hacerla pública, se vulnera el derecho a la protección de datos de menores de edad. De los niños que figuraban en esa lista, tres de ellos estaban siendo trasladados a una morgue y otro, una niña, operada de urgencia en la clínica infantil Tiršova por graves heridas en la cabeza. Moriría el 15 de mayo, convirtiéndose en la décima víctima.
Al día siguiente los ciudadanos organizan vigilias y ofrendas florales para llorar a sus muertos frente a la escuela. Una marea de ramos de flores, pancartas, fotos de las víctimas y osos de peluche se aglomeran en las rejas de Ribnikar. Mientras las heridas por el tiroteo continúan sangrando, en el municipio de Mladenovac, un joven de veintiún años, Uroš Blažić, animado por los sucesos de la jornada anterior, dispara desde su coche con un rifle de asalto en el pueblo de Dubona. Posteriormente se traslada al municipio de Smederevo, y en el pueblo de Malo Orašje finaliza su matanza. Mueren nueve personas y catorce resultan heridas; en tan solo dos días Serbia pierde a diecinueve ciudadanos.
Un país con leyes estrictas pero armado hasta los dientes
En el imaginario colectivo están presentes los tiroteos masivos. La masacre de Columbine en 1999, Sandy Hook en 2012 o uno de los más recientes en la Escuela Primaria Robb. Todos ellos ubicados geográficamente en el mismo país, Estados Unidos, en el que las políticas sobre las armas de fuego están a años de luz de las aplicadas en Europa. En el viejo continente, que tanto ha sufrido por las dos guerras mundiales, el uso de armas está limitado. No tenemos esa cultura, los jóvenes no están tan familiarizados con la violencia armada, los valores son diferentes pero los videojuegos, el cine y la cultura popular poco a poco siembra la raíz de un mal que va creciendo. En Europa no todo el mundo puede hacerse con un rifle o una escopeta, hacen falta licencias; existe una burocracia. Medidas que defienden a la ciudadanía de este tipo de sucesos.
En Serbia el modus operandi no es diferente pero hay una contradicción. Sus estrictas leyes sobre las armas no se corresponden con los datos oficiales. El hecho de que sea el tercer país del mundo, solo superado por Estados Unidos y Yemén, en posesión de armas de fuego, lo colocó en la diana del debate ciudadano. Conservar las armas de las guerras Yugoslavas como trofeo o reliquia de tiempos pasados no es una tradición poco común entre familias balcánicas. Decía Milán Milošević, el padre de una de las supervivientes de Ribnikar, que los tiroteos masivos no formaban parte de la naturaleza de la sociedad serbia.
El dolor, la sensación de inseguridad y las preguntas que los ciudadanos se hicieron en aquellos primeros días de mayo empujaban al gobierno a tomar medidas. El presidente Aleksandar Vučić ordenó a los ciudadanos entregar sus armas, en total se requisaron 13.000, un arsenal que, pese a la disminución de las últimas décadas, se consideraba desorbitado teniendo en cuenta que no
cualquiera puede conseguir una pistola. Y ahí surgió la gran incógnita ¿Por qué un niño de trece años llevaba dos en su mochila? Y cuestión aún más importante ¿Por qué un niño de trece años sabía disparar como un verdadero profesional?
Kosta disparó con una CZ- 75 Shadow 2, un modelo checoslovaco, y una Ruger de fabricación estadounidense. Ambas propiedad de su padre, que no solo las dejó al alcance de su hijo si no que además entrenó al niño desde edad temprana en campos de tiro de la ciudad. Eso explica por qué sabía manejar con tanta precisión las armas y disparó a sus objetivos en zonas mortales por necesidad. Actuó con frialdad, como un soldado perfectamente entrenado.
Protestas ciudadanas y un conflicto que molesta
En los meses posteriores a los tiroteos los partidos de la oposición organizaron manifestaciones masivas bajo el lema “Serbia contra la violencia”, la ciudadanía se lanzó a las calles como protesta contra el gobierno, pidiendo la dimisión del ministro de la Policía y del director de la Agencia Nacional de Información sobre Seguridad, así como el cierre de los medios de comunicación pro gubernamentales que promueven la violencia. Por la ciudad blanca se enarbolaron pancartas y dibujos de Aleksandar Vučić ataviado con un traje de presidiario. Ante las incesantes manifestaciones que tuvieron lugar durante los meses de verano, y con el fin de apaciguar el clima de tensión, Vučić prometió elecciones anticipadas para diciembre. Pese a ello las dimisiones no fueron inexistentes, tanto la directora de la escuela Vladislav Ribnikar como el Ministro de Educación, Branko Ružić, presentaron su renuncia.
Tras la masacre y la detención del joven de veintiún años responsable de la matanza de Mladenovac, queda por ver cuál será el destino de Kosta Kecmanović. La ley del menor serbia contempla que ningún niño por debajo de los 14 años es penalmente responsable de sus delitos. Kosta tenía 13 años en el momento en que cometió los asesinatos. Permanece desde el 3 de mayo en un centro
psiquiátrico para menores, mientras que su familia se enfrente a la denuncia de los familiares de los asesinados en un entramado judicial que contempla cinco procesos civiles y uno penal. Por el momento los Kecmanović se declaran inocentes, algo que enfurece a familias de los fallecidos al considerar que sus acciones fueron cuanto menos irresponsables. En los primeros días tras el tiroteo se afirmó que el móvil del crimen había sido la violencia entre pares, algo completamente falso, ya que el niño fue transferido al departamento solo unos meses antes del crimen. Además, en el historial de búsquedas del ordenador del menor se encontró información sobre la edad mínima legal para no ser condenado, un hecho que unido a que planificó el crimen durante al menos un mes, pone en evidencia que Kosta era perfectamente consciente de sus acciones ¿Los motivos? Una incógnita. Los primeros exámenes psicológicos hablan de narcisismo, inspiración en documentales sobre asesinos en serie, odio a su madre, celos a sus compañeros por las altas calificaciones de estos, negligencia paterna etc. Aún queda mucho por investigar. Quizás convendría leer “Las semillas de la violencia” de Luis Rojas Marcos para intentar encontrar alguna pista que ayude a esclarecer el perfil psicológico de un menor que, aparentemente, no siente ningún remordimiento por lo que ha hecho. Un sentir compartido por su propia familia que niega toda responsabilidad, de forma reiterada, por las acciones de su hijo.
Para el Presidente del Tribunal Superior de Belgrado, lo ideal sería que el caso de Ribnikar quede concluido para 2025. La masacre del colegio es una mosca que molesta en los oídos de los organismos gubernamentales. Así lo sienten los padres de los niños y familiares del guardia de seguridad, que no han dejado de realizar actos conmemorativos y protestas para mantener vivo el recuerdo de lo sucedido.
Serbia un año después: aniversario, miedo y acercamientos políticos
El pasado viernes, y durante todo el fin de semana, se celebraron los aniversarios de Ribnikar y Mladenovac. Los padres continúan luchando por hacer justicia y crear un centro conmemorativo en la escuela. El pasado 3 de mayo en la entrada se instalaron placas con los nombres de los asesinados y fotografías en su honor, en Mladenovac un mural con la imagen de las víctimas se llenó de ofrendas florales.
Pero ni las lágrimas, ni las vigilias, han aplacado el problema del incremento de la violencia, que es exponencial. En octubre un joven falleció a manos de un compañero de clase. En escuelas de serbia se han dado casos de falsas amenazas con repetir lo sucedido en Ribnikar, que volvió a revivir las heridas cuando a principios de año se requisó un cuchillo de la mochila de un alumno. La criminalidad no queda solo en Serbia, en diciembre, en Macedonia del Norte, una niña de catorce años fue secuestrada y asesinada. En España hubo dos ataques en institutos con arma blanca, en Alemania un chico disparó y mató a un compañero de clase, en diciembre hubo un asesinato masivo en una universidad en República Checa y este pasado mes de abril un joven de doce años asesinó a un compañero en una escuela en Helsinki, Finlandia. Los centros educativos ya no parecen lugares seguros, las armas cobran fuerza entre el ciudadano de a pie.
En Serbia las cosas han cambiado poco, en diciembre el Partido Progresista Serbio arrasó en las elecciones legislativas bajo acusaciones de fraude en los comicios. La seguridad en las escuelas tampoco ha sufrido grandes variaciones, solo se ven más policías pero los niños y padres tienen miedo. Los colegios deberían ser lugares seguros. La propia Serbia era un país seguro hasta hace doce meses.
El problema que ha perseguido la nación durante un año no parece afectar a nivel político, que sigue manteniendo la compleja situación de navegar entre dos tierras. Las recientes, y nunca desaparecidas, tensiones con Kosovo se han incrementado después de que el Consejo de Europa diese luz verde a su integración. El nuevo gobierno pretende acercarse a la Unión Europea pero no tiene previsto rechazar su amistad y alianza histórica con Rusia, pese al apoyo a la integridad territorial de Ucrania y la postura pacífica ante la guerra de muchos exiliados rusos que residen en el país.
Ni el 25 aniversario de los criminales bombardeos de la OTAN sobre Belgrado en 1999, ni la postura de la Unión Europa con un país no reconocido por todos los estados como es Kosovo, han impedido que quiera oscilar entre dos ejes. Algo que valora con optimismo el Alto Representante para Política Exterior de la UE, Josep Borrell.
Frente a todas esas cuestiones aún queda la herida por la muerte de inocentes, con personas que lloran frente a las tumbas de sus seres queridos y con muchas preguntas y ninguna respuesta a un año de la masacre. Para un país con un profundo sentir ortodoxo como es Serbia, los valores occidentales importados por Estados Unidos a Europa suponen una amenaza para la tradición de la familia y la seguridad de sus hijos.
Anđeli žive doveka, que la violencia cese.
Cualquier ciudadano bienintencionado que quiera ayudar a estas familias y a evitar este mal social puede hacerlo poniéndose en contacto con la Fondacija Angelina, una fundación gestionada por los padres de una de las niñas asesinadas en Ribnikar, que trabaja para evitar que actos como los que tuvieron lugar hace un año no vuelvan a repetirse.
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