Presumida y dulce Primavera, de las cuatro hermanas del año, espada del más frágil daño, y de los cuerdos perdedera. Tierna forja de la creación entera, que en sus yunques lirios viste; colorida muerte de lo que era, y muda madre de lo que existe. Nido de deseos y esperanza, que en su cuna de verde hierba, al frío y sus hielos enerva, y a los jóvenes revolución alcanza. Tres los meses de blanda yema, y de sus tallos, brotes de locura: voladuras del amor y su aventura, que los coros de la pasión sublevan. En notas de pétalos y fuego, escribes la historia de tus hijas; las nieves deshaces, poetas cobijas, y la pena largas en eterno luego. Por fértil, lo estéril marciste; y como custodia de lo perenne, a la helada fuiste indemne, y a mis blancos vahos venciste. Leñoso lienzo de los que aman, y cálido testigo de su andanza; a tus savias los bosques proclaman: paso y sol, germinar y mudanza. Tú, bella estampa de los enamorados, desbasta el llanto del corazón callado. Y tú, olorosa alba de lo que empieza, ríndelo ya sano en tu tibieza. Himnos de brillantes y sonrisas, confusión de los dos sexos; de corazones eres prisas, y cobradora de sus despechos. Fresco rato de lluvia y brisa, que a la tierra de granizo arropa, calor que a la crisálida avisa, y musgo que enfalda la roca. Todo eso y más, por vida, eres Primavera. Solo pedirte, semilla pía, que por esta vida que hoy bombeas, de quien hiciste dolo algún día, cura y tumba siempre seas.
Imagen: Daniil Senyukov
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