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Desde la cuneta Invitados

Asesinatos y frivolidad

El decoro es el ordenamiento de lo que no exige la Ley. El luto no es una obligación legal. Pero sí moral. Hay algo que no está bien cuando el presidente del Gobierno se disfraza de actor y se va a una fiesta después del asesinato de tres guardias civiles. Hay jefes buenos y malos. Y luego están los que desconocen la naturaleza de su responsabilidad. De estos últimos son los que sonríen entre aplausos y canapés inmediatamente después de que le hayan asesinado a tres empleados. Las condolencias son baratas. Con unas palabras en una red social dan por salvado el expediente. Y a la fiesta. Champán y croquetas. No hay asesinato de servidor público capaz de aguarle la diversión al señor Sánchez.

También en la sociedad española hay algo que no está bien. Si el presidente del Gobierno se va de fiesta con los cuerpos aún calientes de tres guardias civiles asesinados es porque sabe que hacerlo no le va a pasar factura. El 78 lo ha podrido todo. En las costas de Cádiz manda el narco. Han matado a tres guardias por dos razones. Porque pueden hacerlo y porque no temen las consecuencias de hacerlo.

«Eres un icono, presi, te queremos, ¡uuh!», es la reacción de una periodista de RTVE ante estos acontecimientos. Llamar «icono» al jefe del Gobierno es introducirlo en el ámbito religioso y elevarlo sobre el resto de los mortales. Ya veremos cómo desarrolla la cuestión esta incisiva prensa que nos hemos dado. Si el señor Sánchez es un icono, está por aclarar si su relación con Dios es de semejanza o de consustancialidad. Habrá que convoncar un concilio de la secta setentayochista para debatirlo. ¿Es el señor Sánchez un icono porque todos los presidentes del Gobierno lo son? ¿O estamos ante una cualidad que es exclusiva de su augusta persona y que acaba de ser revelada?

El trato frívolo que ha recibido este triple asesinato es insoportable. Las circunstancias en las que se ha producido señalan el estado en el que se encuentran las instituciones y el de la sociedad española. Hay aquí un regusto a un sabor conocido. Al 78 no le importa el hoyo, sólo su bollo. Y decimos el suyo porque tampoco le preocupa el de sus hijos ni el de sus nietos. En cumplimiento de órdenes que llegan del exterior, los sucesivos ejecutivos de las últimas décadas han procedido al desmantelamiento del sector primario español. Sin agricultura, sin ganadería y sin pesca, ¿de qué creen los españoles que se van a alimentar mañana sus hijos y sus nietos? ¿De lo que le compremos a Marruecos? ¿Y si el sultán decide que no nos vende alimentos y nos sitia por hambre? ¿Hay algo más esencial para una Nación que la capacidad de alimentarse a sí misma?

El campo se ha levantado y el Gobierno de socialistas y comunistas combate a sus trabajadores. Para esto sí están muy bien dotadas la Guardia Civil y la Policía. Los transportistas se unen a los labradores. Temerosos de que las protestas lleguen a constituir una amenaza para su estabilidad, los eunucos de la Moncloa han enviado a su nómina de desmovilizadores para neutralizar la justa ira de la Nación traicionada por todo el 78, que la ataca desde todos los frentes. Para que España viva, el 78 debe morir.

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