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Tinta y Ceniza

El viejo y la gaviota

Una tormenta de alfileres y puñales
se cierne sobre el corazón de la gaviota.
Se estremece el marinero
cuando la luna solitaria invade su pecho,
esa luna traidora.

¡Ojalá cayeran todas las estrellas
y le cubriesen la cara!
La mujer de sus suspiros se despidió desde un velero
y no la volvió a ver. El viento la arrastró.

El hijo rasgaba una guitarra
que murió en las llamas del recuerdo.
Sus cuerdas encendidas le rodean la garganta.

Un rayo partió la columna del viejo,
sus barbas se derritieron en lágrimas.
Un sollozo quebrado parte el alma,
hay un ángel solitario que no puede ayudar.

Grita perdido entre las sábanas de su lecho
asediado por una mente de raíces muertas,
unos ojos atornillados por manos ajenas.
Agarra los barrotes de la jaula suave:
no saldrá.

Una vez vio una gacela brincar majestuosa
y su memoria quiebra el alma.
Se derrama por los suelos,
dejando vacío al niño que llora en el muelle.

La viuda borracha les pegaba, les perseguía
con el palo afilado de una escoba.

La noche es escondite del que no sabe encontrarse,
allí la viuda no ve y las mariposas no engañan.
Oscuridad suave y metal frío, noche que llamo hogar.
Allí las nubes tapan la luna para que no me vea.

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